martes





Apenas podía divisarse la colina. Si alcanzasen a elevarse unos metros, podrían caminar sobre la niebla.
El ambiente era denso e inmisericorde. La fiebre del aire envolvía el habitáculo.
Sentía esa opacidad sobre si mismo mientras despellejaba la rata que había cazado cuando el hambre rugió en las tripas. (Era hermosa) como todas las que salieron de sus cloacas tras la última explosión.
Agazapada en el rincón de lectura ella lo observaba con los ojos entornados y un diluvio de contradicción en el cuerpo.
-No se como puedes hacer eso- Soltó, desoyendo el rugido
-No, no lo sabes. Por eso me quieres-
A la mujer se le dibujó en el rostro una mueca de complacencia
-Después del sueño largo, saldré de caza- pensó
L.


(La estación de los ángeles- fragmento)

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