El día que se levanta (que nos precede)
Siempre lo hace anudando y desanudando nuestras vicisitudes .
Se aferra a nuestros propósitos como un mancebo
al pezón de su madre.
La física de nuestros ojos se adapta a la costumbre
Pero es sin ojos como uno se concibe al alba
Es solo en la mandrágora del despertar cuando palpamos el aliento
Su reflejo crepuscular,
su indefinible figura recuerda a los sueños que no se recuerdan.
Sus raíces similares a las arterias
Apelando a la naturaleza , la luz se aposenta en la realidad tangible
y de nuevo somos tiempo.
Tiempo apasionado
L.
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