Era su deseo una nube de polvo esparcida en el aire
de un universo ajeno.
De la piel del guepardo,
arrancadas las manchas.
Danzarinas partículas manteniendo
las garras que arañaban las cimas.
Su deseo era la huida de un espejo
diseccionado en trozos que rasgan otra dermis,
volando en desbandada.
En ambos casos era un zarpazo en los labios,
fugitivo de letras.
El rugido de un ave...
L.
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