El presagio de tu verbo me arrebata el insomnio
que se aferra al crepúsculo de inmolarme
a otros ojos distintos,
donde verme de nuevo
Escarceos del día me cabalgan de noche,
ruiseñores sin alas o de alas finitas.
Tu paso que me ahuella hasta el fondo del alma,
recobrándome en vientos revestidos de ecos,
donde me vuelvo todo para encontrarme nada
Es como una oración tapizada de notas que se queda aparcada
en lo profundo del aire para ser rescatada por mi sombra.
Incansable guerrero que persigue otra sombra
Es como esa costumbre de sentirte en silencio,
transformando los huesos en un polvo de oro
que me envuelve del aroma de tu carne,
por mucho que los fuegos fatuos me mareen de incienso
Como sedientos zulúes nos abrazamos las espaldas,
volteando los hemisferios hasta girar la luna
y acostarla despacio a la orilla del alba,
sobre las olas rojas del mar del horizonte.
Despegando los labios de besos
hasta que se apagan las luciérnagas
L.
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